
Ibiza 80 se desarrolla a lo largo de buena parte de 1979 en un pequeño pueblo valenciano desde el que, de puntillas, se ve el mar.
Al fondo y desde lo alto, el horizonte es a veces tan suave, que cielo y mar se conectan confundiéndose, mezclándose sin pausa, ni prisa, ni norma.
Una transición hipnótica como el vuelo de los estorninos, o la caricia del fuego al tronco. Imprevisible, intenso y sin límites, ni tiempo, en el que todo, todo es posible; como en la infancia.
Descripción
Sobre escena y a la izquierda del público, una escalera, desde la que se ve con nitidez el colegio, el nuevo gimnasio y, desparramado hacia abajo, el pueblo.
Desde dos escalones más arriba y de puntillas, el M A R.
A la derecha, una cinta de correr a 6 km/h, sobre la que Félix Albo recibe al público. Una cinta de correr que no se detiene, como la vida, y que va forjando y tensando un simbolismo estructural en el espectáculo.
Porque en la infancia se vive corriendo, saltando, a toda velocidad, aunque se esté
tumbado en la tierra mirando al cielo.
Y así, subiendo y bajando cinta y escalera, se despliega la historia en el imaginario de la sala y entre risas, carcajadas y silencios, se va pergeñando un universo íntimo, único y permeable esbozado sólo con y sólo desde la palabra.
Un bosquejado paisaje común que encaja sorprendentemente con la propia e
individual cartografía emocional de cada persona que escucha.